OPINIÓN
Por Juan Yahdjian
Estas palabras son fruto de lecturas, charlas y observaciones de la naturaleza durante estos años, en gran parte inspiradas en Misiones. Reflexiones que pretenden generar curiosidad, reflexión y autocrítica, y ojalá sean la puerta para buscar más información, para charlar con otros, para pensar. Son las cosas que me gustaría compartir con ustedes, amigos y compañeros, y dejarles como “una semillita”, para que vaya creciendo y multiplicándose. Espero sobre todo que estas ideas sirvan para que juntos pensemos en el cuidado de la Madre Tierra, nuestra casa común, el cuidado del agua, de nuestra salud y la de todos los organismos, que es lo mismo que hablar de nuestra salud y nuestro bienestar. En definitiva, somosnaturaleza.
El planeta es un organismo vivo
“Gaia” es un concepto desarrollado por James Lovelock. Refleja la idea de un planeta vivo, que al igual que un organismo vivo, cambia todos los días. Esa es la característica de lo vivo, se transforma, se metaboliza, y todos los días es distinto. Ayer teníamos un planeta, hoy tenemos otro. Entonces, entender eso podría hacer que abordemos el tema con otra dimensión respecto de cómo lo venimos tratando.
Por un lado, la idea de Gaianos ayuda a entender varios fenómenos de la naturaleza, pero también nos ayuda a entender que nosotros somos naturaleza. No es que estamos transformando algo, sino que somos el cambio. Insisto, no es que nosotros pertenecemos a la naturaleza, sino que somos naturaleza. O las dos cosas, pertenecemos y somos. Es algo indivisible, aunque a veces viviendo en las ciudades perdemos noción de esto.

En general, uno dice “naturaleza” cuando ve un árbol, un pastito, un animal. Es cierto, todo eso es naturaleza, pero nosotros también lo somos. Es muy distinto ver a la naturaleza como algo externo, algo sobre lo que podemos lucrar, que verla como algo a lo que nosotros también pertenecemos. La naturaleza no es proveedora de recursos que nosotros usamos, extraemos. El problema es que la idea de ver a las cosas por separado, de considerarnos fuera de la naturaleza, nos exime de responsabilidad.
Pensar en la Gaiaes tener una mirada holística del universo y del planeta. Y aceptar que el planeta es un ser vivo. Este organismo vivo tiene un sistema de venas y arterias compuestas por los ríos superficiales y subterráneos, arroyos, lagos que llevan agua y conectan las distintas partes del planeta entre sí. Ese flujo es tan fundamental como la sangre que fluye en nuestros cuerpos y el de otros organismos vivos, sirve para transportar las cosas fundamentales para la vida. Esa es una gran enseñanza que me dieron nuestros hermanos de comunidades originarias, que se puede pensar en forma paralela a lo que sucede con el agua de los ríos, la manera en que corren, la salud del agua que los compone con lo que ocurre con la sangre que fluye en nuestros cuerpos.

Agua que no has de beber
El agua es fundamental para la vida y, a su vez, el ciclo del agua es fundamental para que tengamos agua limpia. A través de su circulación en el planeta, el agua servida es transformada en agua potable, se purifica. Es importante notar que el agua que tenemos en el planeta, que estamos usando, es la misma que siempre existió. No hay ni más ni menos agua de lo que hubo antes. No hay ni más ni menos agua de la que va a existir, la que vamos a usar en el futuro. Dicho de otra manera, no tenemos ninguna fábrica de agua. Ningún lugar donde se genere agua.
Entonces: ¿Cómo hace el planeta para transformar el agua contaminada en agua potable? Hay varios recursos que usa la naturaleza para que volvamos a tener agua bebible. Una de las argucias es a través del proceso de evaporación y de transpiración desde las plantas. Gracias a la energía del sol, y en gran medida gracias a las plantas, el agua pasa de su estado líquido al estado vapor y en ese pasaje se desprende de sustancias que tenía disueltas. Ocurre desde los árboles, desde las hojas de cada planta, pero también desde el suelo o desde el mar, donde lo interesante es que cuando se evapora el agua no se evapora la sal. Cuando se evapora el agua jabonosa, no se evapora el jabón. Se evapora sólo el agua pura, se forman las nubes y después llueve y el agua vuelve a entrar a la tierra en forma líquida. Esa agua que precipita ya está limpia. En el camino, a través de la atmósfera, puede arrastrar algunas partículas, pero mayormente llega sin contaminantes.

Ese proceso maravilloso permite la purificación del agua. Pero, para que esto ocurra, el agua tiene que estar viva, y tiene que desplazarse. Para ser útil, tiene que moverse, para que tenga suficiente cantidad de oxígeno y energía. Por otro lado, el agua estancada es agua enferma, el río o el arroyo que bajan su velocidad natural, por ejemplo, es agua que se puede enfermar. Por eso no son buenas las represas. Por eso en Misiones la gente está en contra de las mismas, ya que impiden la libre circulación del agua y ésta pierde calidad, porque pierde velocidad y disminuye la vida que puede sostener. Lo mismo pasa con la salud de las personas que viven alrededor de las represas y que utilizan esa agua que estuvo estancada. Disminuye nuestras defensas, se hacen más frecuentes las enfermedades, hay mayor predisposición a perder el estado de salud.
Es importante también aclara que no es lo mismo el agua potable que el agua artificialmente potabilizada. Porque si la llenamos de químicos (como el cloro) para que maten las bacterias y los microorganismos que podrían producirnos enfermedades, también la llenamos de sustancias que podrían perjudicarnos porque también matan los gérmenes benignos que necesitamos para digerir el alimento, para respirar, que nos protegen la piel.

La cajita
Para ejemplificar la idea de los ciclos de los materiales y pensar en particular en el ciclo del agua, se puede pensar al planeta como una “cajita”, un sistema cerrado que no intercambia materiales con su entorno. Prácticamente todo lo que existe en la tierra, todo el carbono, el oxígeno, el nitrógeno, al igual que con el agua, es lo mismo que existió siempre. Lo que ocurrió a lo largo de millones de años fue una transformación continua de ese material.
La cajita es todo lo que tiene el planeta: las capas de rocas, suelo, agua subterránea y también las capas de aire. Desde la superficie de la tierra y hasta una distancia de alrededor de 100 kilómetros hacia el cenit, todo está influenciado por la Ley de la Gravedad, incluso las capas atmosféricas. Esta fuerza de atracción que ejerce la Tierra, por la masa enorme que tiene, hace que todo lo que fabriquemos, todo lo que tiremos, todo lo que confeccionemos, quede adentro de la misma, como si fuera una “cajita”.

El concepto de “cajita” se refiere a algo hermético, que no permite el intercambio con el afuera. Esto tiene fuertes implicancias en nuestra vida, porque quiere decir también que todo lo que nosotros sinteticemos, fabriquemos y distribuyamos en la tierra —como los venenos que aplicamos en los campos agrícolas— seguirá siempre circulando en la tierra, en el agua, en el aire, en los alimentos. Aunque estemos alejados de las fuentes de fabricación y distribución de sustancias nocivas, estas circulan por toda la tierra y podemos estar ingiriéndolas sin siquiera darnos cuenta. Ocupan todos los espacios que les dejan ocupar. Porque al ser venenos, entran en nuestro organismo de distintas formas, o bien los respiramos, o los tomamos o los comemos.
La cajita no es solamente un lugar. Es un espacio donde se alberga todo lo que nos rodea. No es solo lo material; también está involucrado el aspecto emocional.

El consumidor final
Una parte importante relacionada con la forma en que se distribuyen los organismos vivos en el planeta es entender que hay cadenas alimenticias, también llamadas redes tróficas. En estas redes, los organismos vivos se relacionan entre sí a través del consumo. Los herbívoros —como las vacas— comen pasto, luego hay carnívoros —como el puma o nosotros mismos— que comemos a la vaca.
Lo mismo pasa en los océanos, donde el fitoplancton es consumido por el zooplancton que después es consumido por peces pequeños que a su vez son el alimento de peces más grandes. En estas cadenas alimenticias las sustancias que se consumen se van concentrando en los tejidos de los organismos vivos, de forma tal que el consumidor final — el carnívoro que está arriba de todo en la cadena trófica— tiene en sus tejidos la mayor concentración de sustancias contaminantes.

En parte, la causa de este proceso es que hay mucha biomasa en las plantas, y se va reduciendo a medida que avanzamos en la cadena trófica. En los tejidos de los animales se va concentrando el veneno que se usó para producir el pasto. Por ejemplo, la aplicación de glifosato u otros agrotóxicos usados en ese campo, termina concentrándose en los tejidos, en los huesos de los animales y después va pasando a través de la cadena trófica. Por eso el consumidor final está expuesto a una concentración mayor de estos compuestos, algo conocido como bioacumulación. Esta es la forma en que los venenos llegan a nuestro cuerpo. Luego el cuerpo hace lo suyo para tratar de expulsarlos, porque tenerlos circulando en la sangre es muy nocivo. Pero aún expulsándolos, quedan en la cajita.
La idea de la cajita, de los ríos vivos y la importancia de su circulación y la visión del planeta como un organismo vivo, son un intento de entender la estrecha relación que existe entre cuidar nuestro planeta con preservar nuestra salud. Que nos permite entender las consecuencias de nuestras acciones y de por qué nos enfermamos.
Aclaración final: estas líneas están lejos de ser un texto cerrado. Son reflexiones abiertas a críticas, sugerencias e ideas, una invitación a hacerse nuevas preguntas y replantearse algunas acciones.

**Edición: Darío Aranda.
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