OPINIÓN
Por Romina Pesalaccia*
La primavera comenzaba en Catamarca con los árboles en flor, el regreso de las temperaturas cálidas y un manifiesto popular que convirtió el inicio de la estación en una celebración distinta. El viernes 19 de septiembre, las vecinas y vecinos de la Sierra de Ancasti —cordón serrano ubicado al este de la provincia, a unos 80 kilómetros de la capital provincial, subiendo la Cuesta del Portezuelo— volvimos a elegir el agua, el monte y la vida tranquila de nuestros pueblos, frente al avance de la minería de litio.
Eran cerca de las 8 de la mañana cuando un grupo de vecinas y vecinos de distintas localidades del Departamento de Ancasti —Monte Redondo, San José, El Taco, Acostilla— emprendimos el camino desde Anquincila. El aire estaba fresco, aunque el sol ya anunciaba un día caluroso. Una semana antes, el Ministerio de Minería había difundido en sus portales la convocatoria a una reunión de “participación ciudadana” en Vilismán, Departamento de El Alto, con el que compartimos las Sierras de Ancasti.

Son 71 kilómetros desde Anquincila a Vilismán por la ruta provincial 2, que recorre la cima de las sierras y regala postales capaces de conmover el corazón de cualquier viajero. Cañadas interminables cubiertas de árboles autóctonos, la vista inmensa de San Fernando del Valle de Catamarca desde la altura, puestos antiguos con casas bajas de piedra y techo de paja y, sobre todo, el vuelo del cóndor andino, especie emblemática en peligro de extinción. Ese gigante majestuoso transmite la sensación de formar parte de algo mucho más grande: lo que habita desde la cima hasta las entrañas de la sierra, lo que estamos llamados a cuidar y proteger.
Llegar a Vilismán es llegar a un poblado que no solo se ve tranquilo, si no que también se siente. La plaza recuerda al patio de la casa de mis abuelos: llena de árboles altos, con bancos pintados de colores, pasto donde todavía se puede una sentar y casi nada del cemento que invada los “espacios verdes”. Aquí aún se conserva la frescura, sin la mala costumbre de transformar todo en el mismo molde de rejas, caños y cemento.

En defensa de cada gota de agua en la Sierra de Ancasti
Entramos al salón unas 80 personas. A las 11, los representantes de la empresa Litios del Norte Sociedad Aanónima —controlada por la australiana Pilbara Minerals y con capitales del empresario argentino José Luis Manzano— expusieron durante menos de media hora lo supuestamente inofensivo del proyecto de exploración “El Alto”, con mapas, proyecciones, tecnicismos y promesas de trabajo y desarrollo local. Cuando terminaron, empezó la verdadera reunión: el pueblo tomó la palabra.
Desde 2017, en el departamento de Ancasti hay exploraciones para iniciar proyectos de minería de litio. En aquel año, en la localidad de Santa Gertrudis, una exploración con maquinaria pesada se hizo a menos de 200 metros de viviendas, afectando animales, cultivos y casas, sin ninguna información previa. Aquella vez se montó una falsa audiencia pública también en Vilismán con apenas tres autoridades municipales del departamento.
Desde entonces, vecinas y vecinos comenzaron a organizarse en asamblea para juntar información, mantenerse alertas y decir: “No a la extracción de litio en el Ancasti”. El proyecto de exploración “El Alto” amenaza las sierras con la perforación de 30 pozos de 150 metros de profundidad en la cumbre, donde nacen cursos de agua como el Río Grande o el Río Albigasta, que forman parte de la cuenca endorreica de la región, y donde se concentra gran parte del bosque autóctono. Esto en una región que depende exclusivamente de las precipitaciones, cada vez más escasas, y donde cuidar el agua es fundamental: cada gota de lluvia se espera y se agradece.

La voz de la comunidad al micrófono y la megaminería sin respuesta
“Yo les pregunto a todos los que criamos vacas, caballos y cabras… ¿Qué va a pasar cuando el Río Grande comience a secarse? La mayoría de nosotros somos productores agropecuarios”, interpeló un vecino de El Alto. Otro preguntó si esta era la misma empresa que había trabajado antes —Recursos Latinos Sociedad Anónima, que fue absorbida por la minera australiana— y exigió respuestas a ingenieros y geólogos sobre la afectación de las napas de agua. A medida que el micrófono pasó a ser de la comunidad presente en esa reunión, los rostros de los funcionarios del gobierno y de la empresa se tensaban.
Hablaron personas que habían viajado desde Frías (Santiago del Estero), ya que cualquier la explotación también afectaría a las ciudades limítrofes que se abastecen de los ríos que nacen en las sierras. Se destacó la intervención del sacerdote de El Alto, Carlos Rodríguez, oriundo de Andalgalá, quien recordó las detonaciones de los años 90 y relató cómo Minera Alumbrera secó el Campo Los Pozuelos, en Santa María, donde su abuela criaba animales hasta que la falta total de agua la obligó a vender.
Rodríguez respondió así al ingeniero de Litios del Norte, que en un momento de la reunión llegó a afirmar que La Alumbrera fue un ejemplo de “minería responsable”. También expresó su preocupación por el aumento alarmante de los casos de cáncer en Andalgalá. “Me parece que a todos los habitantes se les debería preguntar si están de acuerdo. Porque vienen y dicen que van a hacer todo esto… ¿Con quién lo decidieron, con quién lo hablaron? Muchos no entendemos sus informes”, sentenció una vecina de Vilismán.
Las horas pasaban. Los ejecutivos esperaban que la audiencia fuera una mera formalidad burocrática para el avance de las empresas mineras sobre los territorios, pero se transformó en un acto de identidad y voluntad vecinal. No era una reunión informativa de la empresa a la ciudadanía, sino al revés: era la comunidad informando a la empresa y al Estado que la Sierra de Ancasti no se toca. Algo estaba claro: no se lo esperaban.
Los profesionales de la empresa llegaron incluso a increpar a algunos vecinos y vecinas, preguntando cuánta agua creían que consume su ganado o hasta cuánta energía consumen sus heladeras. Ya no había vuelta atrás. Las y los pobladores hablaron ahí mismo, micrófono en mano, sobre el río Trapiche, una gran herida abierta en la Puna catamarqueña. Dijeron también que hace 30 años hay minería en Catamarca, pero la provincia sigue siendo una de las más pobres del país, pero eso sí, con gobernantes cada vez más ricos.

La memoria de los pueblos sobre las consecuencias de la megaminería
Con un Estado completamente funcional al extractivismo minero en Catamarca, donde se aprueban informes de impacto engañosos y, a último momento, donde los mecanismos de participación ciudadana no son más que una puesta en escena para legitimar la promoción minera a costa de los habitantes de los territorios, queda claro que, por más promesas de desarrollo que se hagan, no se puede tapar el sol con la mano.
Estar presentes se vivió con nervios, pero el resultado fue un respiro: a veces toca cuidar defendiendo. Todo esto sucede en un contexto donde las leyes que deberían protegernos se flexibilizan cada vez más, legitimando el avance de las multinacionales sobre los territorios. Una muestra de voluntad popular de esta magnitud desarma el engranaje que, a fuerza de persecuciones, represiones y amenazas, el gobierno de Catamarca cree tener asegurado: la falsa creencia de que pueden hacer lo que quieran con nosotros, con los lugares donde vivimos, con los espacios que habitamos.
La mayoría del pueblo catamarqueño y de las personas que pueblan la Sierra de Ancasti tenemos en la memoria la existencia de un manchón negro de más de siete kilómetros en el Salar del Hombre Muerto y que ese manchón era un río, el Trapiche, hasta que la minería de litio lo secó. Conocemos lo que provocó La Alumbrera. Sabemos también que prometen trabajo, pero cada dos por tres aparecen denuncias por condiciones laborales infrahumanas, como con la minera Zijin en Fiambalá.
El viernes quedó claro que el Ancasti no es un territorio apartado. Sabemos lo que pasa, sabemos lo que la minería produce en cada territorio donde se instala. Esta verdad quedó demostrada frente a los técnicos que mandó Litios del Norte y los funcionarios que trajo el Ministerio de Minería, que no supieron cómo manejarlo. No tuvieron respuestas porque no las hay. Porque ya no se pueden esconder las consecuencias, así como tampoco nos van a callar.

*Integrante de la Asamblea Pucara.
La entrada Las voces del pueblo le dijeron “No” a la megaminería en la Sierra de Ancansti se publicó primero en Agencia de Noticias Tierra Viva.