Por Pedro Villalba*
De campaña en Mendoza, el presidente Javier Milei dijo que el Valle de Uco era “la prueba de cómo la libertad y el capital privado pueden crear, casi de la nada, una industria de calidad mundial” y prometió que “si llevamos a cabo las reformas pro-mercado que la Argentina necesita y nos mantenemos firmes en el camino, milagros como el del Valle de Uco se replicarán a lo largo y ancho del territorio nacional”. ¿Y el rol del Estado? El Valle de Uco no fue un milagro, el Estado siempre tuvo una intervención fundamental en la planificación.
El boom de la vitivinicultura moderna en el Valle de Uco se dio a fines de la década del 90 y principios de los 2000 con inversiones extranjeras —Grupo Salentein, Clos de los Siete, Grupo Lurton o Piedra Negra—, pero desde siempre existió un acompañamiento del Estado. El Estado estuvo presente para garantizar esas inversiones con planificación, con mejora de las vías de acceso, con inversión en energía. El Valle de Uco es atravesado por la ruta 40, una de las principales arterias de comercialización del país. Siempre el Estado estuvo presente.

Con el crecimiento del modelo de viticultura con inversión extranjera, según datos del Instituto Nacional de Vitivinicultura, entre 2015 y 2024 se perdieron 16.864 hectáreas en producción. Se trata de una disminución de la superficie cultivada, que responde a una tendencia general, pero que en el Valle de Uco, como caso muy particular, tiene que ver con la concentración. Según el INV, el 7,4 por ciento de los viñedos mendocinos —con más de 25 hectáreas— reúnen el 44,7 por ciento de la superficie total implantada. Mientras que el 75 por ciento de los viñedos con menos de diez hectáreas concentran el 25,8 por ciento de la superficie cultivada.
Desde fines de la década del 90 no solo llegaron al Valle de Uco las inversiones extranjeras sino que, como es una región vitivinícola reconocida y prestigiosa a nivel mundial, todos los emprendimientos vitivinícolas del país se interesaron en tener sus cultivos aquí.
Por eso, la reducción de superficie de cultivo está relacionada a los pequeños productores, debido al crecimiento de la concentración de grandes superficies por parte capitales nacionales o extranjeros. Los registros oficiales indican que el tamaño medio del viñedo promedio prácticamente se duplicó entre 1990 y 2022. Pasó de 5,8 hectáreas a nueve.

En su intervención en la Cámara de Comercio, Industria y Agropecuaria de San Rafael, Milei sostuvo que “el ejemplo mendocino no ha bastado para convencer al sistema político argentino de que dejar hacer al sector privado era la clave del éxito económico”. Pero el Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV) y el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), que intentaron ser degradados por el Gobierno con el decreto 462, revertido por el Congreso, han sido fundamentales para el crecimiento del Valle de Uco.
Hay que entender que estamos hablando de instituciones que tienen un prestigio, una trayectoria de muchos años. A modo de ejemplo, cuando comenzaron a llegar capitales al Valle de Uco, el INTA fue uno de las primeras instituciones de consulta de los grupos inversores. El INTA realiza un acompañamiento fundamental en el territorio, en desarrollo e investigación en los distintos tipos de cultivos y variedades vitivinícolas. El INV, como órgano de control y fiscalización, cumple un papel también fundamental en el desarrollo de la actividad vitivinícola.
Por otra parte, Milei reivindicó la “reforma del modelo comercial” para “inundar las góndolas del mundo” sosteniendo la apertura de importaciones. El efecto de cambiar el esquema comercial con la apertura de las importaciones para inundar las góndolas no tuvo el efecto esperado, de hecho, ocurre lo contrario. La apertura de las importaciones, en el caso de la industria vitivinícola, ha afectado mucho a la producción y la comercialización de vinos. En 2024, según datos del INV, ingresaron al país 45.971 hectolitros de vino, un aumento del 415 por ciento respecto de 2023.
A esto hay que sumarle la caída del consumo local de vino —una baja interanual del 17,1 por ciento hasta agosto pasado, según el INV— y de las exportaciones —una caída del 8,4 por ciento interanual hasta agosto, según un reciente informe del CEPA—. Esto llevó a que tengamos una sobreoferta de vino en las góndolas y con valores de productos que no son competitivos, sobre todo para los para los pequeños productores. Con los costos locales y la apertura de importaciones, aumentó la llegada de productos de Chile, lo que afectó la producción local no solo de vinos sino también de tomates, otra producción destacada en el valle.

El tomate para industria está sufriendo una crisis productiva, porque la industria comenzó a importar materia prima preelaborada para producirla y tiene un efecto directo en los productores locales. Otra producción afectada por el modelo aplicado por Milei es la del ajo. Se está hablando de que Brasil, principal cliente y socio comercial, compraría ajo a China a un precio mucho más competitivo.
Es necesario un enfoque integral que aborde los desafíos estructurales que enfrentan los pequeños productores y promover su desarrollo y crecimiento sostenible. Esto es fundamental y es tarea, en gran parte, del Estado. A pesar de los planteos de Milei sobre reformas laborales y tributarias, que pueden ser necesarias en algunos sectores, existen desafíos mucho más importantes para no continuar perdiendo productores en el campo.
Los grandes problemas que afectan a los pequeños productores tienen que ver con la desregulación y la competencia desigual, por falta de apoyo y financiamiento, que redunda en la concentración de tierras en manos de los grandes. Ni hablar de todo lo que tiene que ver con la sobrecarga impositiva y la burocracia administrativa para poder desarrollar algunas actividades.
La falta de inversión en infraestructura, el desfinanciamiento de los organismos que aportan capacitación y asistencia técnica, y permiten el agregado de valor local, son decisiones que van contra la producción y el arraigo. Es fundamental implementar estas políticas para poder mejorar la competitividad y la productividad.
Desde el mundo cooperativo creemos también que es fundamental fomentar el asociativismo. Hay que entender que nadie se salva solo, sobre todo los pequeños productores que hoy están a la deriva.
*Presidente de la Cooperativa Uqueños asociada a la Federación de Cooperativas Federadas (Fecofe).
La entrada Sin Estado no hay “milagro de Valle de Uco” ni producción local se publicó primero en Agencia de Noticias Tierra Viva.
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