Por Laura Hintze

“Nadie compuso una canción para el trigo transgénico. Nadie va a relajarse frente a una minería a cielo abierto, ni hace una exposición en un museo con fotos de monocultivos de soja. No hay evento artístico en el extractivismo, no nos conmueve. El arte está del lado de la vida, de la ancestralidad y de la posibilidad de construir futuro”. El que habla es Gabriel Keppl. Tiene 36 años, es médico y forma parte del Instituto de Salud Socioambiental de la Universidad Nacional de Rosario. Pero además, y primero que todo, es dibujante. “Mi trabajo con el dibujo está en contar historias, darle una forma artística a las situaciones de injusticia ambiental o a personajes que son referentes. Creo que, contra las estéticas del capitalismo que sólo generan angustia, el arte tiene que ser un vector que nos oriente, que nos diga a dónde ir”.

Ilustración: Gabriel Keppl

Gabriel Keppl nació y se crió en San Lorenzo, provincia de Santa Fe, a orillas del Paraná y en pleno corazón agroexportador del país. De todo lo que es, hace y milita, lo primero fue el dibujo. “En realidad, los dibujantes siempre dicen que uno no empieza a dibujar, sino que lo sigue haciendo, porque todos los niños se expresan artísticamente. Y en un momento dejan de hacerlo”, cuenta. En su caso, el dibujo estuvo siempre presente. No así la medicina. Tampoco la militancia. Aunque las problemáticas ambientales siempre estuvieron presentes mientras vivió en el Cordón Industrial, pasaron varios años antes de que se involucrara de manera activa.

El primer destino obvio que esquivó fue el de ser un estudiante de Bellas Artes. “Pero por una serie de cuestiones familiares, esos años estuvimos atravesados por problemas de salud y se me presentó también esta cuestión de que uno trabajando en medicina entra en contacto con muchas historias. Y mi trabajo con el dibujo es ese: narrar. Entonces me parecía que era una posibilidad muy rica para entrar en contacto con historias que no hubiese conocido de otra forma”, cuenta.

Ilustración: Gabriel Keppl

El despertar

Gabriel estudió en la Facultad de Ciencia Médicas de la Universidad Nacional de Rosario. Dice que nunca hubo una perspectiva socioambiental en todo el cursado. “Daba lo mismo estar estudiando acá que en la Puna”, ejemplifica. Nunca
—o contadas veces— se filtró en las aulas algún reclamo por la contaminación del aire, el agua o los alimentos. Hasta el último año. “En ese momento nos recibíamos con los campamentos sanitarios. Cuando viví esa experiencia, fue cuando me terminó de cerrar el perfil de egreso y entendí cómo se podía trabajar en salud desde una perspectiva más integral”. Ese fue el segundo destino obvio que esquivó Gabriel: el de una profesión diseñada para un consultorio sin mundos ni historias.

El campamento sanitario fue un dispositivo para la evaluación final de los estudiantes que se usó en la UNR durante diez años (hasta 2019). Los alumnos viajaban a un pueblo de la región (Santa Fe, Entre Ríos, Buenos Aires) y trabajaban en territorio con la comunidad: hacían actividades de promoción de salud y prevención de la enfermedad, control en escuelas y un relevamiento epidemiológico de cada lugar. Al frente estaba Damián Verzeñassi, director del Instituto de Salud Socioambiental de la UNR.

Ilustración: Gabriel Keppl

“El enfoque era totalmente distinto, porque en general las prácticas que vos tenés durante la carrera son en espacios asistenciales, un montaje pensado sólo para la enfermedad. Esta es otra escena. El campamento sanitario era trabajar en el territorio, acercarnos a las casas de las personas, ver cómo vivían e incluía una lectura socioambiental”, cuenta Gabriel.

Después de su experiencia como estudiante, Gabriel se sumó al dispositivo como docente y también comenzó a formar parte del Instituto. Y se encontró con los pueblos fumigados. “Fue ahí, con los pies en la tierra, viendo cómo se fumiga y qué le pasa a la gente. Algo que de otra forma no hubiese conocido, pese a que estaba pasando muy cerca de los ambientes urbanos y que lo vive un montón de gente. Bueno, yo lo aprehendí de esa forma”.

De todas las problemáticas que se topó en su trabajo como docente, investigador y médico, lo que más lo movilizó fue ese encuentro con el extractivismo agroindustrial. “Verle la cara a los pueblos fumigados y escuchar lo que tenían para contar fue lo que más me movilizó. Pero también su contracara: las experiencias de producción agroecológica, de trabajar con movimientos como la Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Tierra (UTT), etcétera”. Esas fueron las historias que Gabriel comenzó a dibujar.

Ilustración: Gabriel Keppl

El oficio

Gabriel lleva siempre encima un cuaderno. Dice que es uno cualquiera. Si puede, prefiere que sea de alguna feria y tenga un toque artesanal. Pero si se le termina, lo reemplaza comprando el que consiga donde sea que esté. La clave es tenerlo encima. Y apuntar: cuando ve, escucha, conoce algo en cualquier lugar, agarra su cuaderno y toma nota. Garabatea. Escribe. Y en algún momento, algo de todo eso se vuelve una ilustración.

Al menos una vez por semana, se sienta frente a su tablero de dibujo con todo lo que viene acumulando en la cabeza y el cuaderno. No siempre tiene la idea definida pero siempre prefiere que exista a que no exista, entonces hace. Pura prepotencia de trabajo y creatividad. “A veces coincide con lo que tenía en mente, a veces no. A veces me gusta más, a veces menos. Yo no me considero un muy buen artista, pero uno es dibujante no por el título o el trabajo o los ingresos, uno es dibujante porque es la forma que tiene de pensar las cosas: todo lo que sucede lo traducís en un dibujo y el momento de llevarlo al papel es que el que más disfrutas. En mi caso, lo soy porque el dibujo me convoca permanentemente”.

La ilustración implica además otro tiempo. Un momento menos racional para pensar qué se quiere decir: aunque lo tengan ultra estudiado desde la academia y hayan hecho decenas de papers, trasladar una idea o un hecho a un dibujo es otra cosa. Son otras preguntas. ¿Cómo va a ser este personaje? ¿Qué tipo de vegetación tiene que ser? ¿Qué tiene en la mirada? ¿Dónde está parado? “Hay una búsqueda por un lado, y al mismo tiempo, mientras lo estás haciendo, reflexionás de otra forma sobre temáticas que por ahí estás acostumbrado a trabajar o explicar en clase o a pensarlas de una forma más racional y te lleva a cuestiones habituales por un camino completamente distinto”.

Ilustración: Gabriel Keppl

Ancestralidad y futuro

Gabriel formó parte, en 2024, de la I Jornada de Ecología Artística con la ponencia “Arte y Ciencia Digna: diálogo hacia un nuevo paradigma de Justicia Ambiental”. Su charla ofició casi como una respuesta a una pregunta que le hacen siempre: ¿Qué rol cumple el arte en la militancia ambiental?

“El arte sigue siendo una cuestión muy postergada”, afirma. “Siempre que hay que hacer un recorte, es ahí: porque no es útil, ni productivo. Pareciera que es algo más bien decorativo. Incluso en los sistemas educativos el arte se enseña hasta un punto y desaparece. Y en educación superior parece, por ejemplo, que no hace falta para formar médicos”. Gabriel considera que el academicismo puro es una mentira. Y hace una invitación: desconfiar de las cosas que parecen inútiles. “Hay que prestarle atención a todo lo que el sistema relega porque no es productivo”.

La poética y el arte no son para el extractivismo. Que valga la redundancia: nadie le escribe una canción al trigo transgénico ni se relaja frente a un campo de soja. “Son estéticas del capitalismo muy duras, terribles. Y cuando te parás frente a eso no te pasa nada, o te genera angustia, o sufrimiento. Todo lo contrario sucede ante una huerta agroecológica o un campo silvestre. Hay desarrollos que son estériles y no conmueven. Y hay otros que nos reúnen: pero eso es porque nuestra historia con los cultivos, los animales, los ambientes, es una relación ancestral. La misma que tenemos con el arte. Creo que por eso nos alejan del arte: es una insensibilización para este proyecto que no tiene que ver con la vida de los pueblos”, asegura.

Foto: Instituto de Salud Socioambiental UNR

Edición: Darío Aranda

La entrada “El arte está del lado de la vida, de la ancestralidad y de la posibilidad de construir futuro” se publicó primero en Agencia de Noticias Tierra Viva.

Fuente: https://agenciatierraviva.com.ar/el-arte-esta-del-lado-de-la-vida-de-la-ancestralidad-y-de-la-posibilidad-de-construir-futuro/

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